lunes, 23 de mayo de 2011

Tom Ford, Canon y la cafetera de George Clooney



Desde la semana pasada se anuncia a toda página en diarios de tirada nacional que una conocida marca de café fabrica cápsulas monodosis compatibles con la cafetera de la competencia. La relevancia mediática que se le ha dado a tal triquiñuela comercial me sorprendería si no viviéramos en un país en el que el fútbol moviliza a la gente más que la reforma (a peor, se sobreentiende) de las pensiones y demás recortes que poco a poco acabarán por joder el estado de bienestar, pero no es de la forma del asunto sino de su fondo de lo que me apetece hablar, que para algo el blog es mío. La marca fabricante de cafeteras, la supuestamente ultrajada, la que contrata a George Clooney para que le haga publicidad y nos da a entender que hasta en el mismísimo cielo se consumen sus capsulitas, modestos que son, hasta ahora ha basado su estrategia de márketing en la glamurosa exclusividad de su producto. Esto, a la práctica, supone tener que aguantar largas colas en las pocas tiendas que la compañía tiene abiertas en apenas un puñado de ciudades del país, que vender café en un súper es muy cutre, vamos, a no ser que te aventures en la compra por internet, cosa que supone tener que adquirir de una estocada capsulitas como para parar un carro si quieres ahorrarte los gastos de envío.




Que para usar un producto estés condenado a adquirir los recambios, recargas, consumibles o chominaditas que fabrica la misma marca no es novedad, cualquier fabricante de impresoras te obliga a comprar sus propios cartuchos de tinta para que el aparato funcione, y el negocio es tan redondo que, para poder imprimir un simple texto con tinta negra, necesitas tener llenos los cartuchos de la amarilla, cian y magenta o la impresora se te declarará en huelga general, una huelga de las de verdad, no de las que se aplazan hasta septiembre para no fastidiarle las vacaciones a nadie. Pero el mundo de las impresoras lleva mucho tiempo dando vueltas, y a estas alturas uno puede ir a cualquier papelería de pueblo y comprar cartuchos genéricos o, puestos a ser cutres, recargar con tinta los que ya tiene usados, porque el negocio tanto en el mundo impresoril como en el de las cafeteras no está en la venta del aparato en sí, sino en las recargas de tinta o las cápsulas de café originales que, quién lo iba a decir, de baratas tienen lo que yo de fraile.



Este es el señor que recolecta el café, lo tuesta, lo mete en las capsulitas con una cucharilla y lo distribuye a las tiendas montado en una burra





La legislación en materia de patentes varía según cada país. Tal es el caso que aquí los fabricantes tienen que ingeniárselas durante 20 años para poder sacar un producto al mercado que funcione en cafeteras o impresoras de la competencia, que encaje perfectamente en el compartimento correspondiente, que funcione igual que el original, pero que sea distinto en composición y apariencia, pues el riesgo de confusión entre original y copia puede dar pie a una demanada que probablemente acabará en pago de indemnización al fabricante que tenga la patente y retirada del mercado de la imitación.


Y hasta aquí las similitudes entre impresoras y cafeteras. Porque así como en el caso de las primeras los fabricantes originales están, y, lo más importante, demuestran estar, interesados en vender su producto, en el caso de las cápsulitas de café nos encontramos con el absurdo. Montar tiendas para vender café y denominarlas boutiques es poco menos que pretencioso, pero negarse a vender sus capsulitas en supermercados (recordemos que es café) para dárselas de sublime a costa de tener una cola de clientes resoplando durante más de media hora (yo llegué a esperar una hora y media estas navidades pasadas) es una falta de respeto.



Ir a una tienda a comprar café, sentirse un borrego y encima volver a casa con la sensación de que el dependiente trajeado con sonrisa indolente te ha hecho un favor al venderte el producto por el que religiosamente has pagado no es novedad ninguna. Esta lamentable práctica no se debe a que la dependienta de la coleta alta o el dependiente con cresta y caidita de ojos se estén recuperando de una noche salvaje y no tengan el cuerpo para farolillos, no, esta actitud de mierda es parte de una política de empresa que podría resumirse en dos palabras: psicología inversa.


La psicología inversa no es más que una técnica de manipulación mediante la cual se intenta influir en alguien expresando lo contrario de lo que se pretende conseguir. Cada vez que vamos a una de esas tiendas cuyo nombre empieza por Z y acaba por ara y tenemos que hacer el Camino de Santiago sobre parquet hasta que damos con alguien dispuesto a atendernos tras arrugar la nariz, no nos encontramos ante un caso de falta de presupuesto por parte de la empresa para contratar personal suficiente con el que dar un buen servicio al cliente, mother of God, presupuesto hay de sobras, marean la perdiz con el objetivo de que el consumidor, teniendo que esforzarse para conseguir el artículo, acabe considerándolo algo así como un premio. Toda empresa quiere vender su producto, pero es mucho más fácil hacerlo si es el consumidor el que cree que necesita comprarlo. Esto se ve más claramente si usamos como ejemplo, en lugar de camisetas de las de a 9,95, el mundo de la alta costura y, de paso, le acabamos de dar razón de ser al título del post.



Tom Ford vendría a ser la Madonna del mundo de la moda. Para resumir brevemente su trayectoria, este diseñador americano, más vizco que La Veneno, salvó a Gucci de la bancarrota, estuvo al frente de Yves Saint Laurent de donde salió echando pestes en 2004 y creó al año siguiente la marca que lleva su mismo nombre. El señor Ford, muy lejos de pillar un pedo como un piano y poner a caer de un burro al mismísimo pueblo elegido delante de la cámara de cualquier movil que le planten en los morros, tiene un control absoluto de la imagen que desea proyectar ante los medios de comunicación. Pocas muestras gráficas hay de su mirada estrábica, torea a los fotógrafos lo que haga falta hasta asegurarse de que la foto captará su “lado bueno”, ese que se supone que todos tenemos pero que yo no me encuentro.



Enséñanos tu lado bueno, chata, que te echo una foto





Pero eso, que hasta Mariquilla la Tuerta sabe hacer pretendiendo quedar “natural” para la foto del Feisbuc, no es nada. Hace cosa de medio año, porque estas cosas se hacen con tiempo, con motivo de la presentación en Nueva York de la primera colección de ropa femenina con su nombre para la temporada primavera-verano 2011, el señor Ford prohibió a los pocos y selectos asistentes al desfile la entrada con cámaras, y únicamente permitió al fotógrafo Terry Richardson retratar sus propuestas bajo la condición de que ninguna fotografía de las que tomara sería publicada hasta que al señor Ford le diera la gana, que no fue hasta la edición de diciembre 2010 del Vogue USA. Para echar más leña al asunto, las modelos encargadas de lucir sus trapitos fueron personajas de la talla de Beyoncé, Julianne Moore, Laurent Hutton o Marisa Berenson entre otras, con lo que la expectación generada fue de padre y señor mío. ¿Y qué tenemos con eso?, pues ni más ni menos que el efecto deseado; que durante el espacio de tiempo que transcurrió entre el desfile y el editorial de Vogue publicado en diciembre del año pasado se hablase de Tom Ford hasta aburrir en cualquier blog de moda. Nadie puede poner en duda la calidad de sus diseños, la combinación perfectamente equilibrada de ausencia de florituras, corte impecable y feminidad. Mucha feminidad, siluetas marcadas, sofisticación, sencillez y mogollón de cosas más que molan mucho y que se hicieron esperar por mera estrategia comercial. La colección es fantástica, pero aunque hubiera sido una cosa completamente distinta, catálogo de floripondios y barroca hasta decir basta, el efecto conseguido hubiera sido el mismo, porque lo que nos ha vendido durante todo este tiempo no ha sido el producto en sí, sino la idea de excusividad.

A eso juega el mercado, a ponernos las cosas difíciles, porque lo inaccesible se vende solo. Porque la gente quiere ser más que la vecina, tener lo que a otros les cuesta conseguir y lucirlo con desidia. Porque vamos de listos pero se nos puede manipular en masa. Tom Ford, que no solo vende ropa, que empezó a dar la vara en el mundo de la moda hace cosa de veinte años, está vendiendo su linea de maquillaje más cara que la mismísima Chanel, que con lo que ha sido se está ganando una fama de marca para viejas que no sabe ni cómo quitarsela de encima. La perversión de la ley de la oferta y la demanda. Estoy en la discoteca y me miras de reojo, voy a actuar como si no me importara, fumando espero...

jueves, 7 de abril de 2011

Agujetas de color de rosa...


...era el título de una telenovela mejicana de mediados de los noventa en la que, entre enredos de herencias y amoríos variados, protagonista y antagonista se las hacían pasar canutas la una a la otra a base de piruetas en una pista de patinaje. La serie, que de tan mala te podía dejar tieso en la butaca de una subida de azúcar, duró poco más de un año, pero su cabecera regaló a la humanidad una de las canciones más ñoñas y pegadizas de la historia de la televisión. Ni La Casa Azul podría llegar a tales cotas de petarderío por mucho que se esforzase. Intrigado me tenía el título de la serie. ¿Existen variantes cromáticas del dolor muscular? ¿Si en la Península Ibérica nos damos un golpe y nos sale un morado, en Méjico son más finos y les sale un “rosado”? Pues no. Resulta que aquellas agujetas hispanoamericanas equivalen a lo que aquí vendríamos a denominar cordones para patines. Válgame Dios.

Al trapo: pues patines son precisamente lo que necesito ahora mismo, además de una cuerda atada a un burro que vaya tirando de mí, porque de verdad que no puedo dar dos pasos desde que el domingo pasado fuese a echar una partidita de eso que se inventó para que los ejecutivos agresivos descargasen adrenalina a base de tiros, comúnmente llamado paintball. Yo sí que tengo agujetas, pero de las europeas, de las que te dan ganas de meterte en un carro de la compra y que te tiren escaleras abajo a la hora de salir a la calle, por Dios que funcione el ascensor...


A la cocina, por favor


En un contexto de sarna con gusto no pica, las agujetas son lo más parecido a los michelines, las lorzas, los flotadores, la capita de grasa de cerdita que te proteje el perímetro de la cintura pues, de la misma manera que mientras te atiborras de chocolate eres consciente de que te arrepentirás sobre la báscula, en el momento en el que cargado con la metralleta arrancas a correr en cuclillas montaña arriba sabes que de alguna manera acabarás pagando la proeza. ¿Quién me iba a decir a mí que me vería reptando tras un arbusto, ataviado con un chaleco de camuflaje que se iría él solito a la lavadora si tuviera patas y con la cara embadurnada de algo que es cualquier cosa menos hipoalergénico?

Las dos horitas de alborozo entre yerbajos y matojos mientras muy amistosamente nos disparábamos los unos a los otros por la espalda pasaron volando (gracias Saritísima por aprovechar ese momento en el que me quedé sin balas para mostrarme todo tu aprecio, menos mal que no tenías piedras al alcance, que si no...), pero la gracilidad de mis movimientos de cisne lleva ya cuatro días perjudicada, envidia de la Portman que soy, y más desde que ha quedado en evidencia tras la tangana que ha montado su doble en la película de la bailarina loca. Los fuettes ya no me salen como antes, de hecho no soy capaz ni de sentarme en la taza del váter como antes.


Verás mañana cuando te levantes


Es por todo ello, y porque a mí me place, que hoy, que no me siento flex, tengo diversas propuestas de modalidades de deportes de alto riesgo (para el contrincante) que, sin hacernos perder la verticalidad ni deslomarnos vivos, nos ayudarán a exteriorizar esa faceta beligerante que todos tenemos en nuestro interior, todas ellas con nombres muy british, of course.

A saber:

- Naomi’s patalet: Deporte de alto riesgo consistente en derribar a los miembros del equipo contrario a base de lanzarles Blackberrys. Esta modalidad es ideal para ser practicada tanto en interiores como en exteriores, ya que no es necesario tener cobertura. Existe una variante denominada Russell’s enritation, pensada para ser practicada en interiores, concretamente en recepciones de hoteles de cinco estrellas.

- Britney’s apocalypse: Actividad que se divide en dos partes. Tras correr a tus contrincantes a paraguazos se les revienta las ventanillas del coche. Gana el equipo que más ventanillas rompa, que lo celebra pasando con su propio coche por encima de los pies de los vencidos.

- Wynona’s runaway: Cada equipo debe proteger una bandera a la vez que ha de conseguir robar la del equipo contrario además de sus metralletas, relojes y carteras y hacerle creer al juez que lo haces porque te estás preparando un papel para tu próxima película.

- Amy’s what the hell do you have on your head: te cardas el pelo y esperas a que la gente se muera de asco.

Y ya, sin más preámbulo, les dejo con esta joya musical para que salten de sus sillas y bailen desenfrenadamente o salten por la ventana y acaben con su sufrimiento, pero salten ustedes que pueden.



martes, 22 de marzo de 2011

Primavera time!


Así como es imposible estornudar con los ojos abiertos, hoy he podido comprobar que no se puede uno sonar la nariz con la boca llena de enjuague bucal sin tener la necesidad de pasar luego la fregona. Son esos maravillosos mecanismos de autodefensa que tiene el cuerpo como toser, estornudar o vomitar los que de forma tan indecorosa nos mantienen a salvo de las invasiones externas.


Borrasca con señora a punto de defenderse

Señores de Nadone, antes de que ustedes inventaran eso de los L-casei-inmunitas-in-the-morning-con-bufanda, el cuerpo ya generaba sus propias defensas tan ricamente, por los siglos de los siglos amén, y los niños bajábamos a la plaza del pueblo en cuanto acababa Barrio Sésamo a hacer pastelillos de barro. Así reforzábamos las defensas, a base de mierda. Pero ahora, que hasta los salchichones se venden en fundas de plástico y llevamos esprais antibacterianos en el neceser del bolso, tenemos el cuerpo idiotizado. Yo, que soy de la generación que se tragó erase una vez la vida, erase una vez la historia, erase una vez el mundo, erase una vez el cuerpo humano y erase una vez las fallas, los toros y el acueducto de Segovia, cada vez que me trago un cactimel de esos me imagino que una legión de microseñores con caras de estar muy enfadados se me meten por las tripas y montan una escabechina. Pobre flora intestinal, ella que no tiene culpa de nada y le van a gastar el nombre de tanto mencionarla por televisión. Y como la misma televisión nos recuerda año tras año, ya es primavera, y no solo en las cadenas de grandes almacenes, sino en los parques y otras zonas verdes de todo el hemisferio norte. Con lo contento que estaba yo con mi camiseta de franela, el jersey, el anorak, la bufanda, los guantes, el igloo y el oso polar, salgo esta mañana a la calle y me cruzo con uno de esos ejemplares de señores rosa con calcetines de canalé blanco comunmente denominados turistas, con una sonrisa de estar encantado de la vida y maravillado con el clima que te gustaría tener el teléfono de Galliano para que le dijera cuatro cosas (no sé cómo he podido reprimirme las ganas de hacer unos posts en formato trilogía sobre ese señor).


Y olé!



Y yo me pregunto: Si resulta que tanta esterilización y tanta higiene son culpables de que cada vez haya más casos de alergia, que se me ponen los ojos como sandías; si antes, cuando no sabíamos jugar sin pringarnos hasta los codos, estábamos que daba gloria vernos de lo sanotes y sonrosados que íbamos por la vida, ¿no podrían ser el Socórreme Deluxe, el Tiovivo, el programa de Ana Sosa con sus tertulias del Gran Perrazo y otros tantos programas de Telecirco el mejor remedio contra la alergia? Alguna utilidad tienen que tener.

lunes, 21 de febrero de 2011

Mamá, quiero ser artista


Este post, escrito bajo la influencia de la gripe y la automedicación, es fruto de una deuda que llevaba tiempo siendo colgandera. Hace ya dos meses, y por ello no sé cómo no se me cae la cara de vergüenza, tuvimos el placer de acompañarnos recíprocamente mi amiga Silvia y yo a ver un desastre cinematográfico descomunal al que irónicamente decidieron los señores que deciden los títulos de las películas llamar Burlesque. Silvia supo plasmar en su blog la esencia de lo que vimos estupefactos aquel día, nos reímos mucho, y le prometí una réplica bloguera. Andando el tiempo mi crónica Burlesquiana se quedó en el tintero, que no en el olvido, y tras semanas de no vernos volvimos a quedar para repetir la experiencia. La excursión al cine. No la película, que esta vez fue Cisne Negro. Gracias Silvia, nos lo pasamos genial.

Corría el 2001 cuando el mundo, no el diario super-imparcial, sino nuestro planeta entero con todo lo que lo habita, fue testigo de uno de los acontecimientos más catastróficos que han marcado el milenio en el que vivimos. El 11 de septiembre de aquel año, Mariah Carey publicó Glitter.

Yo, señoras con señores, soy muy fans de la Carey. Mucho. Y me parece ridículo hasta el punto de no querer usar comas que cuatro memos que van del hippy perro-flauta seguidor de esa espantaja que se hace llamar Bebe al pseudo-intelectual que se las da de entendido por el hecho de leerse los titulares de la Rolling Stone critiquen a la que ha sido una de las mejores vocalistas habidas y por haber so pretexto de que es una hortera vistiendo. Criticad por ello a Dona Karan, que por muy diseñadora que sea va siempre hecha un adefesio, pero no a una cantanta. Debo puntualizar que el fatídico día antes mencionado no fue el del estreno del horror de película, sino el de la publicación de su fabulosa banda sonora que no por fabulosa dejó de suponer un traspiés en su, hasta entonces, impecable carrera.

Sooooy uuuna taza, una tetera, una cuchara, y un cucharón...


Contradictoriamente, este traspiés fue modelo a seguir por otras muchas cantatrices. La Carey se llevó un Razzie. Se lo arrebató a su archi-rival Jennifer Lopez, a nuestra Pe de España, a la mismísima Angelina Jolín y a la posteriormente oscarizada Charlize Theron. Tóma ya. Y ustedes le dirían si se la cruzaran por la calle: -Para que aprendas, so mamarracha-, pero ni ella ni ninguna otra cantaora de ego desmesurado les hará caso. Porque, así como la Carey tuvo su Glitter, Britney Spears ha tenido su Crossroads, Beyoncé su Dreamgirls y, a buenas horas mangas verdes, la Aguilera nos ha dado un disgusto estas navidades pasadas con Burlesque. Miedo da el darse cuenta de que todas estas joyas del cine contemporaneo tienen mucho en común: muchacha cándida y sin maldad vive agobiada por la cantidad de gente que le repite cada día lo bien que canta, que no es su intención, oiga, que le sale sin querer, motivo por el cual se acaba metiendo en el mundo de la farándula. Se enamora de un señor que se las hace pasar canutas, pero, como la pobre ha crecido sin figura materna que la criara entre algodones, queda absolutamente libre de pecado cuando toda la chusma que la rodea y que ha intentado aprovecharse de ella, de su don y de su belleza sobrenatural, acaba cayendo en desgracia y posteriormente arde en el infierno. Tal cual.

Burlesque adolece de todo esto y más, pues si el argumento es para salir corriendo, las interpretaciones son de traca. Sólo a Cher se le ha hecho justicia nominándola al Razzie a la peor actriz secundaria, y eso que no se le acaba de ver bien la cara en toda la película porque no hay una sola escena en la que salga que no se desarrolle en la penumbra. Maldita vanidad.

Las 7 diferencias


El show business rezuma envidia, y la Aguilera y Tutankamon dejan un regusto a jarabe de glucosa al final de la película difícil de digerir. La rivalidad en la que en un primer momento se basa la relación entre los distintos personajes desaparece inesperadamente y en adelante todos somos buenos. Menos mal que antes de Glitter hubo un Showgirls que se sitúa en las antípodas de todo este ñoñerío. Cisne Negro muestra sin edulcorantes todas las miserias que hay detrás del brilli-brilli que se ve en escena. No se trata de adular el don natural del artista que nace con la flor en el culo, sino de plasmar los sacrificios sobrehumanos que llevan al éxito. La interpretación de Natalie Portman es excelente. Soporta el peso de un personaje marcado esta vez no por la ausencia de la figura materna, sino por su excesiva presencia. Las frustraciones de una madre que no triunfó en la danza se proyectan en su hija, Nina, sobreprotegida e insegura, que no sabe canalizar sus ambiciones y acaba sintiéndose amenazada por cuantos la rodean. Esta situación lleva a Nina a la locura y a la autodestrucción, ya que vive presionada tanto por su exigente madre como por sus compañeros, entre los que únicamente distingue rivales, mientras se desarrollan secuencias de danza que llegan a ser desesperantes por los constantes movimientos de cámara.

...soooy uuun cuchillo, un plato llano, un plato hondo, y un tenedor...


Cuando nos plantamos frente a la taquilla para comprar las entradas del cine, previa cola que nos tragamos, nos sorprendió una advertencia que, junto al listado de precios de los tickets en función del día de la semana y de la edad del espectador, y de la retahila de pegatinas que ilustraban las tarjetas de crédito admitidas para realizar el pago de los tickets antes mencionados, adornaba el cristal que se interponía entre el taquillero y nosostros. “El nivel de sonido dentro de la sala puede dañar el oído”, y pizcuetos nos quedamos. Causa de semejante advertencia podría ser que la edad media de los espectadores allí presentes ultrapasaba con holgura a la legal de jubilación, tanto la antigua como la nueva, por lo que entre el variado muestrario de audífonos que nos rodeaba seguramente se podría encontrar alguno mal calibrado que impediría a su dueño enterarse de la trama de la película si esta fuese proyectada con un volumen de sonido normal. Como más vale curarse en salud y por ahorrarse las quejas de algún que otro septuagenario, los responsables de la sala fueron también responsables de que la hora y tres cuartos que duró la película fueran hora y tres cuartos de un Tchaikovsky indescriptiblemente martilleante.


P.D. Si no te gusta la Carey, pues vale. A mí tampoco me gusta que la Gioconda tenga las mismas cejas que Woopy Goldberg y no por eso voy a quitarle mérito a Leonardo da Vinci.

P.D.2. El politono “cisne” se lo podrían haber ahorrado.

martes, 11 de enero de 2011

De liebres y tortugas.

Hoy me han mentido. No es la temática en torno a la cual suelen girar mis posts, si es que se puede decir que tengan temática concreta alguna, pero el caso es que, como lo sucedido no me acaba de caber en la cabeza (nótese el juego de palabras), no paro de darle vueltas para ver si encuentro dónde ubicarlo. Hoy me han mentido.


Cuando abrí este blog me propuse varias cosas. A saber:

1- No explicaría nada de mi vida privada, aunque la gran mayoría de los que me leen me conocen de sobras.

2- Me limitaría a, más que reflexionar sobre lo que me parece chocante, divagar.

3- Si tuviera la necesidad de escribir sobre alguna anécdota que me hubiera tocado la moral, lo haría en clave de humor, quitándole hierro al asunto.

4- Otras sandeces que me pienso saltar a la torera porque

Hoy me han mentido. Y mucho. Mirándome a la cara con media sonrisa y apartando la vista cuando el embuste se hacía demasiado evidente.


A lo largo del día llegamos a escuchar tal cantidad de mentiras que parece que lo anteriormente dicho no tenga importancia. Existe la mentira piadosa, de obligada cortesía, tan esperada como necesaria. También nos encontramos con las difamatorias, venenosas y sangrantes que delatan una envidia malsana del mentiroso hacia el difamado. Está la mentirijilla nacida de la broma entre amigos, que se dice para pasar el rato, tomarle el pelo a quien se sienta a tu lado mientras te tomas un café y acabar con un par de risas y cambio de tema. Y luego está la mentira de mierda. La que tanto te decepciona aunque te la vinieras oliendo (recuerda, es una men-ti-ra-de-mier-da) desde hacía ya tiempo. La que hace que te cambie el concepto que tenías de alguien. Una mentira grande y evidente, descarada, imposible de esconder. Esa mentira muestra la consideración que el mentiroso tiene hacia tu persona. El aprecio que dice que te tiene es mentira. El apoyo con el que creías contar cuando lo necesitaste; mentira. La preocupación que muestra ante tus problemas, bien que le gusta enterarse de ellos; mentira, mentira y mentira.


Cuando abrí este blog me propuse varias cosas, sí. Pero el blog es mío y escribo sobre lo que yo quiera.


Hoy me han mentido.



lunes, 15 de noviembre de 2010

Opposition Man

Queridísimos y queridísimas fans y fanas. No por haberse cargado el gobierno un ministerio tan pizpireto como el de igualdad voy a dejar yo de meterle flexión de genero a cualquier término que se me cruce a la hora de pedir disculpas por la falta de actividad bloguera que durante cuatro meses se ha podido apreciar por estos lares. Que nadie se rasgue las vestiduras. No he estado enfermo cual Dama de las Camelias, agonizando por los rincones. Casi que no. Lo que pasa, por prosaico que suene, es que estoy opositando.




¡Contráteme por favor!


De hecho se podría decir que, en mi caso, ser opositor es prácticamente un estado civil. Pero lo que más me fascina y me alucina vecina de esta (sin tilde) aventura opositoril en la que me he metido yo solito, porque a mí me ha placido, es el término oposición en sí. Oposición proviene del latín OPPOSITIO y hace referencia a la acción o efecto de oponerse, es decir, al contraste entre dos cosas contrarias. Por muy redundante que resulte la definición, lo que más me chirría es lo contradictorio del significado etimológico del termino con respecto al significado que nos ocupa. Yo no me opongo a ser funcionario. ¡Si lo estoy deseando! ¿A ver para qué, si no, me he metido en este (también sin tilde) fregao (con síncopa de la consonante oclusiva dental sonora en posición intervocálica)?

sábado, 17 de julio de 2010

Matadme, matadme ya…

…porque no puedo más con este calor. En verano la gente se idiotiza, hace cosas como idolatrar pulpos adivinos o escuchar a Georgie Dann. El decoro se relaja y lo mismo se combina cuadros con rayas que te pegas un hartón de ir por la calle vislumbrando pelillos sobaqueros. Esto en Navidad no pasa. “¡Qué blanco estás!” me esputan en la cara única y exclusivamente en verano, “Y tú qué arrugado, que pareces una puñetera pasa” se merecen que les responda. Ojalá llegase Papa Noël derrapando en su trineo y nos atropellase a todos, a ver de qué narices le iba a servir a nadie parecerse a Gunilla Von Bismarck mientras tres docenas de renos te patean la espalda. Ni el ser un gurú de la moda te garantiza no hacer el más grande de los ridículos dermatológicos, sólo hay que ver las pintas de Valentino o Donatella para que uno se de cuenta de lo mal que le sienta el verano a la gente, aunque el bronceado sea de mentirijilla, que algunos parecen tener ictericia.

Tutankamon y compañía


El verano tiene esas cosillas. Tan pronto agonizas por la salmonella como por otra reposición de Verano Azul. Da igual si enciendes el aire acondicionado del coche, porque el volante quema. Da igual si te embadurnas de body milk, after sun o salsa vinagreta, los talones se te agrietarán igual y se te resbalará todo de las manos. Esto, repito, en Navidad no pasa.





Sencilla a la par que elegante




Las rebajas de enero son mil veces mejores. No hay señoras que se matan a codazos por un refajo en las rebajas de julio, estos espectáculos se tienen que dar con el abrigo puesto y el bolso colgando, porque con chanclas se pierde dramatismo. En invierno damos la bienvenida al año nuevo con promesas del estilo “me pongo a dieta pero ya, en cuanto me acabe todos los turrones que quedan en la despensa” o “dejo de fumar ya mismo, después de la juerga de fin de año, o de los exámenes parciales, o del banquete de la comunión de mi sobrina”, pero en verano el toro nos ha pillado por sorpresa y nos ha levantado por los aires de una corná, con los michelines puestos.



Operación Bikini


Echo de menos el invierno, a Belén Esteban dando las campanadas de año nuevo, los anuncios de juguetes con niños hiperactivos, los discos de villancicos de La Pantoja o Il Divo… también echo de menos ser capaz de escribir algo coherente.