![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhAO-8XcZxyGYYyt2uYdXsgdbtEeiRo1PN7vewzx7FtTgZ0sTcuKhqQF7mC14D-CM55YdLZJHLm4Z_Ef2PvV3M0wbSor43RniovQ_BUEbyzyxvY3xcExB6RoEbbuOm6qKejjLwT-J5BB-IW/s320/Julian_Munoz_declara_caso_minutas.jpg)
De hecho se podría decir que, en mi caso, ser opositor es prácticamente un estado civil. Pero lo que más me fascina y me alucina vecina de esta (sin tilde) aventura opositoril en la que me he metido yo solito, porque a mí me ha placido, es el término oposición en sí. Oposición proviene del latín OPPOSITIO y hace referencia a la acción o efecto de oponerse, es decir, al contraste entre dos cosas contrarias. Por muy redundante que resulte la definición, lo que más me chirría es lo contradictorio del significado etimológico del termino con respecto al significado que nos ocupa. Yo no me opongo a ser funcionario. ¡Si lo estoy deseando! ¿A ver para qué, si no, me he metido en este (también sin tilde) fregao (con síncopa de la consonante oclusiva dental sonora en posición intervocálica)?