martes, 16 de marzo de 2010

Miri Miri, Miró!

Porque todos somos un poco Diógenes. Es por eso por lo que en cualquier cocina hay un rincón donde se apilan trastos inútiles y electrodomésticos absurdos. Escurrideras, palomiteras, heladeras, centrifugadoras de ensalada... todos ellos amarillean en el fondo de algún armario mientras sueñan, pobres ilusos, con el día en el que los rescatemos de su limbo cocineril. Pero, ¿alguien ha reparado jamás en cómo funciona tanto artilugio? La esencia, el alma, el truco del almendruco, todo esto y más mamarrachadas está en el hecho de que giran. Lavadoras, batidoras, taladros, relojes de cuco, niños que pedalean, señores que bailan el chotis... todo se reduce a algo que da vueltas, que gira sobre sí mismo en un movimiento circular que seguiría hasta el infinito y más allá en un espacio vacío donde la inercia no se viera afectada por la atmósfera, por el desgaste. Pero en este mundo de movimientos circulares y mecánicos que hacen mucho ruido, a veces, y no nos llevan a ninguna parte, casi siempre, destaca nuestra heroína: la yogurtera.
Una yogurtera es entrañable. Da igual cual sea su tamaño o color, pues tiene una pinta de haber salido de una serie de dibujos japonesa que te caes de culo. Pero no nos engañemos, pues al hablar de yogurteras estamos haciendo referencia a la quinta esencia de la alquimia. Al igual que el rey Midas, que convertía en oro cuanto tocaba, la yogurtera es capaz de transformar la materia (sólo la leche, eso sí) en yogurt, da lo mismo la marca de la leche que le metas dentro, incluso si ésta es entera o semi, oiga. Alcanzando una temperatura constante que ronda los 45 grados, centígrados, por supuesto, en cuestión de horas te hace un yogurt que quita el sentido, equilibrado en acidez y cremosidad.
La yogurtera no se limita a realizar un movimiento mecánico, sino que modifica la materia, crea. De la misma manera que nosotros, simples mortales, procesamos la información que nos llega a través de nuestros engañosos sentidos y damos forma a opiniones, escalas de valores, fobias y manías, la yogurtera no se contenta con batir o calentar leche; la fermenta y la transforma en algo superior: el yogurt. Poeta que con sus versos sublima la realidad que nos rodea, Miguel Ángel que saca el David de dentro del bloque de mármol. Es por ello que quiero lanzar un mensaje esperanzador a la humanidad. ¡Veamos el mundo a través de los ojos de una yogurtera!

1 comentario:

  1. En mi caso (y en mi cocina) la que descansa en un rincón olvidada como el arpa esa es la licuadora. Tiene tantas funciones que sólo le falta cantar tangos, pero me da tanta pereza montarla, desmontarla, el ruido que hace, la pulpa de la fruta ... quita, quita, que donde se ponga un tetrabrik ...

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